Nos conocimos en las redes. Mentiras, emojis y fotos nos fueron aproximando. ¡Ay, las redes! Ella llevaba una muy grande, tupida, irresistible. Yo, mi fetiche inconfesable, mi pasión incontrolada. Necesitaba acariciar sus maravillosos pies egipcios, besar, lamer, succionarlos hasta el paroxismo. Antes de descubrirle, claro, mi otra obsesión: la taxidermia.
Es difícil contar una historia con 50 palabras de límite, una historia que se recuerde pasado un tiempo, que ese es el mejor termómetro de un relato. En esta ocasión debía inspirarse en la fotografía. Ese era el reto propuesto por Escritores en Rivas.
Se quedó en FINALISTA.
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