Una lágrima de plata se desliza en la ventana,
se
detiene, busca duda quiebra corre salta.
Está
lloviendo desde hace mucho, muchísimo tiempo.
Otra
lágrima de oro la observa,
Espera,
se acerca provoca incita,
se
abraza, crece y se hace inmensa y
luego
chorro arroyo torrente y río.
A
Terpsícore le encanta ver la lluvia
detrás
de los cristales, desde una mesa redonda.
Cárcel
que alguien adornó con un centro de ganchillo
y un
brasero debajo de sus faldas.
Le
gusta fundirse con cada una de las perlas
que
resbala por los cristales.
Imaginarse
lluvia,
sentir
el empuje de la vida en sus venas,
pensar
que baila con su flamante tutú y
sus
zapatillas de cuero en el Metropolitan Ópera
con
el príncipe de sus sueños,
escapar
juntos y abrazados como dos gotas de lluvia,
danzar
eternamente sobre las olas del océano
convertidos
en espuma.
Pero…
se ha detenido el tiempo.
Espera.
Espera.
Volverán
las manos de nácar,
las
que saben mitigar la negritud de su noche,
las
que alimentan sus fantasías.
Abrirán
la caja buscando las joyas
que
ha rescatado de la ventana,
hará
girar su mecanismo y entonces
podrá
salir de su letargo,
volver
a bailar con el ritmo
que
imponga la lluvia en los cristales.
1 comentario:
Enhorabuena, Luis! Cuánto me gustaría escucharte recitándola.
Publicar un comentario