Un reencuentro prometido desde niños los llevó hasta la iglesia arciprestal de Villena, donde se juraron fidelidad
eterna.
El amor, almacenado en la entrepierna, donde
las crisálidas se convierten en espléndidos capullos, eclosionó con el ardor
que impone la primavera. Después de un pequeño paréntesis, los capullos gestaron mariposas que agitaron sus alas en el estómago.
Llegaron las tormentas de verano, con nubes de evolución cargadas de plomo,
desdenes y desprecios. Y los vientos del otoño, con rachas de intensidad doce
en la escala Beaufort, se llevaron después los sueños, las hojas y las
sonrisas. Hubo borrascas generalizadas que dejaron un horizonte difuminado, un
invierno de soledad.
Así fue como el tiempo dejó sus cicatrices en el mapa isobárico de sus cuerpos.
Primer premio. V certamen de microrrelatos. Villena (Ecuador Festero), donde había que incluir las palabras marcadas en negrita utilizando de 600 a 700 caracteres.
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