¡Qué gracia tienen mis padres, aunque no termine de
entenderlos! Sobre todo mi madre a la hora de la comida. Pongo todo el interés
del mundo, pero no puedo evitar que mis cejas dibujen una interrogación. Ella
lo percibe con su infinita sensibilidad y paciencia, se gira hacia mi padre,
levanta los hombros y vuelve a la carga utilizando toda la ortografía que
conoce. Con los dos puntos parece poner énfasis a lo que acaba de decirme y lo
hace muy despacio, muy despacio, intercalando infinidad de comas y exagerando
los acentos que mi padre jalea con entusiasmo. Y después termina una y otra vez
con aquellos puntos suspensivos que me sumergen en la mayor de las zozobras. Desisto.
¡Los puntos suspensivos, no, por favor! Son tan enigmáticos… tan absurdos… tan
inútiles… «¡¡¡Adoro tu sonrisa!!!», le grito con gestos y sonidos guturales que no parece comprender.
Lo hago solo por cambiar de conversación, poniendo varios signos de admiración que
llamen su atención y unas hermosas comillas angulares para que se dé cuenta de
que solo ha sido un pensamiento. Ella (a modo de paréntesis) arquea las dos
cejas para demostrar su asombro y sigue dibujando círculos en el aire con la
cuchara cargada de la mejor papilla del mundo.
Primer premio el 29.05.2020 en el certamen "Mi refugio, mi familia", organizado por la Diócesis de Córdoba, con un prestigioso jurado como Joaquín Pérez Azaústre. Próximamente verá la luz en papel, pero con este enlace, se puede escuchar a partir del minuto cinco.
1 comentario:
Muchas felicidades, Luis!! Un gran relato.
Me voy dejando muuuuchos signos de admiración.
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